Tuesday 22 January 2013

Love, sex & instructions for use (part II)

Hace meses, cuando publiqué la primera parte de esta que seguramente iba a ser una serie de escritos dada la complejidad del tema, pensaba seguir poco a poco desarrollándolo, dependiendo del tiempo que tuviera a disposición para hacerlo y de la inspiración.

La suerte me regaló ayer este escrito, no son mis palabras aunque podrían bien serlo. Es la experiencia de un hombre aunque sus vivencias y sus experiencias se aplican sin ningún inconveniente a las mujeres... Así que, adoptando las palabras de este desconocido al que le estaré siempre muy agradecida por haberse tomado el trabajo de escribirlas, aquí las dejo para que se hagan mías y de quien más las quiera adoptar.


AMOR LIBRE

Todas mis relaciones de amor habían sido más o menos así: al principio conocía a una persona maravillosa, uníamos nuestros horizontes, vivíamos experiencias increíbles juntos y acabábamos enamorándonos. Al principio nos sentíamos más libres juntos, de lo que nunca nos habíamos sentido por separado, y el mundo parecía lleno de ilimitadas posibilidades y felicidad salvaje.


Pero lentamente, sin confiar en el resto del mundo o en el futuro en el que podríamos no sentir todas estas cosas maravillosas, construíamos nuestra relación como si fuera un castillo, para dejar fuera el mundo peligroso y frío, y proteger nuestra pasión convirtiéndola en una institución. El sexo, que al principio era algo surgido de la forma más natural y libre, se convertía en celos guardados como el sello que santificaba nuestra relación de amor, como prueba de que era diferente de todas nuestras otras relaciones (esto, visto en retrospectiva, parece un rol muy extraño para el sexo).


Inevitablemente, me levantaba un día y me daba cuenta de que la pasión libre que nos unía se había esfumado y había sido reemplazada por el hábito, la rutina y el miedo a los cambios: el castillo que habíamos construido se había convertido en una tumba, encerrándonos dentro y lejos del mundo exterior, que habíamos estado necesitando para ofrecer nuevas cosas a la otra persona. Dentro del ataúd, cada vez discutíamos más, cada uno exigiendo a la otra persona demostrar su amor, sacrificando cada vez más cosas, cuando el amor se supone que debe permitirte vivir más, no impedir tu participación en una comunidad más amplia a cambio del aseguramiento de una compañía básica. Enamorarse era como encontrar una entrada secreta al jardín del Edén, una economía de regalo en la que compartíamos todo sin preocuparnos por un "trato justo", pero ahora volvíamos a esa economía del intercambio, compitiendo para ver quién necesitaba más, quién podía controlar más. Tras todos mis intentos de trascender los roles estereotipados de la gente en las relaciones amorosas, de repente me daba cuenta de que era un "novio" otra vez, con una "novia" (lo cual no es un rol muy saludable para nadie en esta sociedad sexista), sin tener ni idea de cómo había ocurrido.


Empecé a pensar cual es la razón por la que continuamos cayendo en estos patrones, y cómo podríamos evitarlos. El tema de la limitación seguía apareciendo; la idea de que algunas cosas deben tener límites para que la relación funcione. Con mis amigos, nada tiene límites, y nada es exigido: nos ofrecemos lo que cada cual puede, cuando puede darlo, y no exigimos nada que no salga de forma natural para los demás. Decidí investigar qué otros modelos de relaciones amorosas existen, y descubrí que hay una larga tradición de relaciones sin estos límites y expectativas: relaciones no monógamas, o "abiertas".
No estoy intentando decir que las relaciones monógamas sean malas, pero hay miles de tipos de relaciones, y generalmente solo nos permitimos una sola forma, y esto es ridículo. Exploremos un poco.


Cada vez que oigo algo sobre algún esposa/marido/novio/novia engañando, cada vez que oigo a alguien hablando con orgullo sobre cómo (en el nombre de la monogamia) ha conseguido resistirse a hacer algo que realmente deseaba, cada vez que tengo que escuchar a alguien patéticamente lamentándose de sentirse atrapado en una relación o incapaz de satisfacer sus deseos por algún tipo de miedo, cada vez que tengo que presenciar a alguien mirando como un voyeur ("no hay nada malo en mirar si no tocas..."), se me retuerce el estómago de ver cómo estamos atrapados en este sistema de relaciones de una sola opción, aceptando estos síntomas de ahogo como inevitables en vez de experimentar con las otras posibilidades. Ante todo, nuestro convencimiento de apoyar la monogamia como la única opción nos impide ser honestos con los demás. Tenemos que atrevernos a cuestionar todas estas complejidades de la vida y el deseo de forma abierta, incluso si resulta doloroso.


Si vamos a cuestionar la forma en que funciona el mundo, deberíamos llevar este cuestionamiento a nuestras propias relaciones personales y a lo mejor intentar alternativas ahí antes de proponer soluciones para los males del mundo; si realmente tenemos soluciones para los males de la sociedad, vamos a ponerlas en practica para solucionar los males de nuestras relaciones.

Continuará...

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